El archipiélago de San Andrés, declarado reserva de la biosfera por la UNESCO, vive una dramática realidad. El 19 de noviembre de 2012, La Corte Internacional de Justicia (CIJ) le dio la razón a Nicaragua, sentenciando que 75 mil kilómetros de territorio marino colombiano le pertenecían al vecino país. Dicha decisión afectó drásticamente a los pescadores artesanales de la zona sin que aún el gobierno los haya reparado en su totalidad. Resulta curioso que San Andrés, el primer apóstol de Jesucristo, fuera un humilde pescador.
Al hablar con varios isleños, coinciden en que otro de los problemas que afecta la isla es la sobrepoblación. La densidad poblacional ha generado una demanda de servicios públicos tales como: salud, empleo, agua potable, electricidad y un sistema de alcantarillado que el gobierno local no ha podido satisfacer para la totalidad de la población.
Con una población cercana a los 100 mil habitantes, el deterioro medioambiental en la isla comienza a notarse. La falta de espacio y la feroz tala de árboles y palmas de coco, derivó en un aumento drástico de la temperatura. La sobrepoblación y el cambio climático han tenido un impacto directo sobre el abastecimiento de agua, que poco a poco comienza a desaparecer de los pozos y debe ser traída en carro-tanques para abastecer la demanda de la población.
Mucho antes, la economía en la isla provenía de la agricultura y la pesca. Con el paso de los años este tipo de sistema sostenible cambió para dar paso a una economía mucho más consumista. El comercio y el turismo se convirtieron en pilares para el sustento de muchas familias. Frutas como el aguacate, el mango, el ñame o incluso el coco, son productos que debido a los daños medioambientales y por una excesiva urbanización, se fueron reduciendo hasta el punto que la gran mayoría de frutas y verduras tienen que ser transportadas desde el interior del país.
La realidad en la isla, choca con los majestuosos colores del mar. El paraíso termina donde la playa empieza. El mundo que el turista vive es absolutamente diferente a la realidad que viven gran parte de los isleños. La tercera barrera de coral más grande del mundo se presta como edén para unos pocos. Sorprende igualmente la cantidad de edificaciones que podrían estar ofreciendo una oportunidad de trabajo, pero debido a su total abandono, poco a poco se caen a pedazos.
El paisaje en San Andrés se transformó. Casas que alguna fueron grandes mansiones, ahora se pierden entre la maleza, grandes extensiones de tierra abandonadas sin producir, automóviles corridos por el oxido y olvidados en alguna parte de la isla y una gran cantidad de basura, han pasado a ser parte del decorado isleño.
Muchos de los edificios en San Andrés, fueron construidos con arena coralina hace 25 o 30 años. Se trabajó con este material hasta 1978, cuando se prohibió el uso de este tipo de arena. La mayoría de esas edificaciones tienen una vida útil de 30 años, y es cuando comienza el deterioro de sus fachadas.
Debido a su posición geográfica, San Andrés ha sido igualmente un punto estratégico para el tráfico de drogas hacia Centro America y los Estados Unidos. El narcotráfico se convirtió en la opción de hacer dinero para algunos jóvenes que a falta de oportunidades de empleo, deciden transportar drogas en lanchas rápidas o como también se conocen “Go Fast”.
Una de las industrias que más fuerza tuvo debido al narcotráfico fue la construcción. Desde finales de los años setenta, comienzo de los años ochenta, la construcción se disparó en la isla. A mayor construcción mayor población y por tanto mayores problemas de abastecimiento de agua, de manejo de aguas residuales y de basuras.
De igual forma hay poca inversión al deporte y la cultura. A pesar de tener campeones mundiales, nacionales y panamericanos de patinaje, San Andrés no cuenta con un patinódromo ni tampoco con un hipódromo (una de las mayores atracciones de los isleños), lo que ha sido solicitado por las comunidades por más de 15 años. Nuestros jóvenes todavía siguen arriesgando sus vidas en lugares que no se encuentran acondicionados para patinar, y aún así, ganan medallas.
Roby se queja del aislamiento en el que está la isla respecto a los países caribeños. “A nosotros en el colegio nos enseñan la Batalla de Boyacá! ¿para qué?, a nosotros lo que nos gustaría es estudiar Shakespeare, las batallas en el caribe, conocer sobre Morgan, la historia y la literatura inglesa, nosotros somos del caribe, no nos sentimos colombianos. Colombia nos abandonó hace mucho” manifiesta.
Es una crítica muy válida, que hace reflexionar sobre la diversidad de culturas que tiene el territorio colombiano, y que sólo aceptando dicha diversidad, se podría dejar el rencor o la estigmatización de los unos frente a otros. El Estado Colombiano debería ejercer su autoridad para abrir nuevas vías de intercambio y comunicación para los isleños respecto a los demás países del caribe y fortalecer los lazos culturales y ancestrales que también existen entre ellos.
Al Estado no pareciera interesarle la irrigación de una economía mas real o mas concreta. Por ejemplo, la posibilidad de tener una autosuficiencia agrícola, resolviendo primero el problema del agua y luego reforestando la palma de cocos, plantando frutas y generando un mercado interno sin tener que importar los alimentos desde el interior del país.
Es hora de impulsar un debate a nivel nacional sobre el futuro de San Andrés, en donde el territorio sea administrado de manera tal que se proteja a los isleños como grupo étnico, que se generen dinámicas en la población para la protección y cuidado del medio ambiente y un control sobre el la densidad poblacional.